jueves, 21 de mayo de 2009

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De como los tachirenses
pagamos los pecados con café
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Leonor Peña




Hacia las últimas décadas del ochocientos el proceso de la colonización cafetera convierte al Táchira en una de las regiones más prósperas de la nación El padre Carlos Rubio impone como penitencia en remplazo de los Credos y las Salves, todo en proporción de su balanza mística el desmonte de las selvas vírgenes y la siembra de tantos o cuantos arbolitos de café

San Cristóbal
Donde la patria empieza

Ramón J. Velásquez

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Y asi pagando pecados

se llegó a producir el mejor café del mundo

El asunto se trata, de ese momento de la historia, cuando el mercado mundial exigía más, y en la hacienda “La Yegüera”, de don Gervasio Rubio, se había iniciado el cultivo del café, cambiando el azul de los añiles, por la flor que prometía en aroma, el fruto de la azulada almendra del café. De ese momento, cuando la capilla de “La Yegüera”, era el centro de reunión de la comunidad, que invertía sus esperanzas en recoger una buena cosecha y entonces el sacerdote Carlos Rubio, hijo de don Gervasio, tomó la decisión de cambiar las penitencias, y por ello en lugar de oraciones y letanías, para perdonar los pecados, mandaba a desyerbar la montaña y sembrar matas de café; entonces los tachirenses, hábiles en pagar a tiempo, - hasta los pecados -, nos convertimos en los mayores productores del país, y llegamos a tener sembradas, millones de matas de café, de una calidad tan buena, que la fama del “Café Táchira lavado”, nombre comercial de nuestras cosechas, hizo venir hasta aquí, desde Alemania, a los emprendedores mercaderes germanos, que con apellidos como, Van Disel, Steinvorth, Rode, Anderson, Thies, Muller y otros, instalaron en San Cristóbal, las grandes casas comercializadoras de café.
Esta es la historia, de cómo el café desde sus orígenes, era considerado tan mágicamente negro como un pecado y tan apetecido como todo lo prohibido. De cómo siempre ha sido protegido por la mano de Dios, a través de monjes, derviches y sacerdotes. De cómo los poetas han apreciado estéticamente su aroma y estimulante compañía, para cantarle loas en sus versos. De cómo llegó al Táchira y entonces los tachirenses, a punta de pagar pecados con trabajo, fuimos capaces de producir el mejor café de mundo. Esta es entonces la historia de un café como no hubo otro igual, pero comencemos el cuento por el principio y vayamos hasta el tiempo de los primeros días de vida del café como bebida aromática

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Todo comenzo con la alegria de unas cabras

Cuentan las leyendas, a las cuales son tan dados los narradores orientales, que el café se esparció en el mundo del gusto por las bebidas aromáticas y fuertes, gracias a la alegría de unas cabras en los bosques de Abisinia, en Etiopía.
¿Qué dice la leyenda?
La leyenda dice, según nos cuenta en su amena obra, “La magia del café”, Jaime Henao Jaramillo, que un día un pastor, allá en los bosques etíopes, cuidaba su rebaño de cabras y observó que “las cabras de su hasta entonces apacible rebaño, demostraban júbilo, expresado en alegres piruetas que ejecutaban a su alrededor. Sorprendido de tan inusitada escena, e intrigado por su origen, comprobó que solo se repetía cuando apacentaba su ganado por cierto sitio matizado de arbustos, cubiertos de brillantes hojas verdes, cuyas ramas sostenían racimos de frutos escarlatas. Su curiosidad lo llevó a probar la bebida preparada con aquellas hojas y frutos, de la llamativa planta, y de inmediato sé sintió poseído de una muy extraña y dulce sensación de alegría, transformando su monótona vida en permanente bienestar. No creyendo sano reservarse para si tan grato acontecimiento, refirió sus efectos a los monjes de su monasterio, —de nuevo otros monjes en el cuento—, quienes al oír tan extraña relación, procedieron también a probar la infusión preparada con los frutos del ornamental arbusto. Comprobaron así, que con tan agradable elixir, podían soportar mejor las vigilias exigidas en las reglas de su comunidad para expiar sus pecados.
El pastor etíope, llamado Kaldi, no llegó a imaginar la grandiosidad de su descubrimiento, y muchísimo menos llegó a imaginar como cambiaría el curso de la historia de su región y aún más, de la humanidad, el consumo del fruto de ese arbusto, que por casualidad, y gracias a sus cabras, el pudo descubrir
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De cómo en nombre de Alá

fue llamado Jazmín de Arabia

Otra leyenda, esta vez poética, nos cuenta que el café fue la salvación de un pecador, y así como a los monjes de Etiopía les ayudó a soportar las vigilias y las penitencias para expiar sus pecados, a este pecador de la nueva leyenda le salvó la vida. Esta es entonces, la leyenda que en forma de poema narra el poeta Abu – Bek, sabio de La Meca, que se titula, “El Triunfo del café”.
El poema relata como “Omar, hijo de Abul Hassan Sehahdeli,, a quien se debe la fundación de la ciudad de Moka, fue castigado por su padre, a sufrir pena de destierro, por “faltas de orden moral”, es decir por pecar. Para cumplir el castigo le fue señalada la aldea de Ousab, en donde sufrió por falta de alimentos, pero logró sostener sus energías, a base de la bebida preparada con hojas y frutos de un exótico arbusto, que más tarde se conocería como cafeto. Estando allí, en cumplimiento de su destierro, en castigo para expiar sus pecados, fue visitado por un derviche, -como llaman los mahometanos a los monjes-, a quien su congregación le había impuesto aislamiento en el desierto de Ousab. Omar le dio alimento, y la oscura infusión que como una mágica bebida, hizo que en pocos días el derviche, se viera libre de sus males físicos. De regreso a su monasterio, contó a los demás monjes de los maravillosos efectos de la infusión que Omar le brindó, y gracias a la cual gozaba nuevamente de salud. La congregación solicitó el rescate y perdón del desterrado, y con ellos también llegaron las plantas y frutos con los que se preparaba tan milagrosa bebida, y así fue conducido Omar hasta La Meca, y en su honor, tiempo después construyeron una mezquita en el valle de Ousab.
El prior de aquel monasterio —de nuevo otro monje protector en este cuento—, calificó al café como “dádiva divina” y “presente celestial” estimulando con ello su consumo, y avaló este al afirmar que con ello se ayudarían los monjes, a soportar su vida de privaciones y ascetismo y los reconfortaría, cuando debieran levantarse a cantar sus maitines y vísperas, o a cumplir las vigilias para expiar sus pecados.
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De cómo se llegó a llamar “café”

Dice el historiador Henao Jaramillo, que las primeras leyendas sobre tan popular bebida fueron escritas en idioma árabe, tejidas con la fantasía de los poetas de ese mundo exótico, ornado de jardines edénicos y situado en supuestos valles de los países orientales. Igualmente los naturalistas que estudiaron la organografía del arbusto, le aplicaron el gentilicio arábigo, a causa de que, por prolongado lapso, se creyó que el cafeto era originario de Arabia Feliz, hoy Yemen, y no de Abisinia. Por ello, y por la descripción del cafeto que hizo el botánico francés Antonio de Jussieu, se terminó asignándole el nombre científico de Jasminum arabicum, usando la terminología latina, tan de moda en los documentos científicos de la época. En la actualidad se le llama también Coffea arabigo
El primer nombre fue la combinación del nombre de una flor y un país: jazmín arábigo, pero más tarde el naturalista sueco Carlos de Linneo, le nombra de manera definitiva, al clasificarlo científicamente y le inscribe en el índice onomástico de su especie llamándolo Coffea arábica.
¿Pero porqué la palabra coffea? La palabra es de origen árabe, y su procedencia tiene múltiples versiones, casi se puede decir que es otra de las leyendas árabes que aroman de misterio el nombre del café. Se dice que viene de Kahwat, palabra con la cual en Arabia se designaban todas las bebidas, especialmente las espirituosas, como el vino. La palabra Kabwat, se reservó para el licor extraído de las almendras de la hoy conocida rubiácea, familia botánica que también incluye al jazmín de los jazmines, la gardenia, planta cuya flor es usada en famosísimos tés, infusiones, de cualidades estimulantemente animosas, al punto que es considerado en algunas culturas gastronómicas, como un afrodisíaco.
El investigador Galland, dice que la palabra café, se derivaba de la árabe cahveb, con las que se designaban todas las bebidas del mundo árabe. Los polinesios llaman Kawa o kava a una bebida preparada como infusión de cualidades embriagantes, que se prepara con la raíz de un arbusto parecido al cafeto. Otro nombre que aparece en la leyenda onomástica del café, es el que plantea en sus crónicas de viaje el inglés Thomas Herbert, quien cuenta que en Persia, sus habitantes beben un brebaje llamado cobo o capha, que los turcos denominaban caphe y los árabes cabua, que “es una bebida que hace pensar en las aguas del lago Estigio, espesa, oscura y amarga. Pretenden ahogar con ella la melancolía”.
También se cuenta que es muy probable que el origen de la palabra café, se deba al nombre de Kaffa, nombre de una región del suroeste de Etiopía, justamente donde el gran naturalista Augusto Chevalier halló el mayor número de ejemplares del género coffea, Chevalier, se residenció por varios años en África, dedicado a explorar sus selvas, en busca de nuevas especies de café, y fue Director de “Coffea Reserch Agricultural Experiment Station”, en Nogar, Java, en donde formó la más completa colección de especies de café conocida hasta hoy. De estas especies, ninguna ha alcanzado la importancia comercial de los conocidos en los mercados como Coffea arábigo, que es el cultivado en el Táchira
¿Y cómo se llegó a llamar “negrito”? Un armenio, empleado de Solimán Agu, instaló un “Café”, decorado especialmente al estilo oriental, en el barrio San Germán. Tuvo tal éxito, que fue casi instantáneamente convertido en el sitio favorito de los intelectuales, que frecuentaban el local y entre los clientes franceses, la bebida comenzó a llamarse con el nombre de “Petit noir”. Con el nuevo nombre, el armenio dueño del “Café”, cantaba en versos las maravillas terapéuticas y embriagadoras, y contaba en versos también como un trovador medieval, las maravillas del café. Esto duró hasta que un censor apareció, esta vez en forma de articulista de prensa que aseguraba que el tomar café era un vicio.
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De cómo según la leyenda

surge la primera plantación

Otra leyenda alrededor del principio del cultivo y consumo del café, es la historia que se inicia con un viajero de nombre Gemaledin, quien como naturalista llegó a conocer las tierras de la misteriosa Abisinia. Este naturalista, viajó desde Arabia Feliz, hasta la costa de Etiopía, intrigado por las noticias sobre el hallazgo del precioso vegetal, cuyos frutos curaban todas las dolencias físicas. Esperanzado en encontrarlo, recorrió el largo camino de las montañas y andando por ellas conoció a un monje, —de nuevo otro monje en el cuento—, que pastoreaba un rebaño de cabras. Gemaledin contó al recién conocido de su ambición por encontrar tan legendaria planta y del porque como naturalista, venía a visitar esas tierras, pues anónimos viajeros y nómadas, le habían llevado a su país la noticia sobre la existencia de la tal planta, de cuyo fruto milagroso, se lograba una bebida que, al ingerirla, producía euforia y atenuaba el cansancio. El monje le confirmó la existencia del fabuloso arbusto y de cómo se preparaba la infusión con sus almendras. Le obsequió una cantidad de semillas y le instruyó en como preparar la infusión y cómo debía plantar y cuidarlas para su siembra. Al regresar a su tierra natal en Yemen, o Arabia Feliz, Gemaledin inauguró con su labranza, el primer cultivo en la que sería la primera plantación comercial de café en el mundo.
Como héroe nacional, a Gemaledin se le concedieron los mayores honores por haberle proporcionado a su país bonanza, prestigio y riqueza, y en prueba de respeto y reconocimiento su nombre le fue dado como gentilicio de Gemaledin Abu Mahamet Bensin, a su aldea natal; desde entonces, allí y en toda Arabia, se bendice su nombre deseándole el paraíso de Alá. En la historia de Gemaledín, se cuenta que vivió hasta el año de 1497, y que ningún otro nativo de Yemén, ha proporcionado a su tierra tanto reconocimiento mundial pues gracias a su descubrimiento, y a su iniciativa de plantarlo, la especie fue bautizada en el nombre de Alá como arábigo

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De cómo la prohibición

fue la causa del apetito

Selím I, fue quien introdujo en Turquía, el café. La leyenda cuenta que cuando regresó de Egipto, después de una gran batalla, el líder turco, extenuado y casi agotadas sus fuerzas, recibió de uno de sus soldados un licor oscuro, que le fué ofrecido asegurándole que le levantaría el ánimo.
“Tan gratamente impresionado quedó del efecto de la muy aromática bebida, que seguidamente comisionó a uno de sus ayudantes para que acopiase suficiente cantidad del grano, y fue así como el café ingresó al Imperio Otomano, en el año 1517. Pero el buen recibimiento que en Turquía se le hizo inicialmente, solo duró escasos años. Muerto Selim I, en 1520, fue sustituido por su hijo Solimán II, quien no estuvo de acuerdo con los favores brindados al café y, en 1542, ordenó desarrollar recia campaña contra el consumo del “terrible aventurero”, dirigida a salvar la salud de sus súbditos. Por medio de edicto, prohibió el consumo de tan “peligrosa” droga en todo su territorio.
A esta nueva prohibición, contribuyó poderosamente la actitud de un monje islamita, —tenemos otro monje en el cuento, esta vez en negativo—, quien dijo a su Majestad: —Mi templo anda vacío desde que se instalaron esos cafés, llamados “Escuelas de sabios”. Los fieles, en lugar de concurrir a la mansión de Alá, para hacer sus oraciones, visitan esos centros de perdición, ahora, los hombres cambian los santos lugares por los cafés y allí gastan el dinero que deberían ofrecer para el culto—. Seguramente, más de un interesado mercader, de otras especies, y demás afectados por el comercio del café se unieron para levantar sus quejas ante el Sultán, quien ordenó cerrar todos los cafés públicos y prohibir la bebida. Esta prohibición permaneció por muchos años, y “asumió proporciones de singular intransigencia, con la tenebrosa campaña que, en contra de los consumidores de café, lanzó el ministro Kruprugli, tristemente célebre por las medidas punitivas de carácter e intensidad increíbles, según anotan algunos historiadores. Este hecho ocurrió durante el reinado de Mahomet IV”.
Pero como reza el refrán: “la necesidad tiene cara de hereje”, y por hereje que se le considerara salió triunfante el café, por ineludibles razones de necesidades económicas, pues pudo más que la prohibición, la necesidad de acrecentar los ingresos públicos, para cancelar las deudas que cargaba la administración del Sultán, originadas por las guerras frecuentes en esa época, y por ello se vio forzado a derogar su propia prohibición y abrir el comercio y consumo del café, y para ello estableció un impuesto tanto al comercio del grano, como al consumo de la bebida, y así se eliminaron las prohibiciones. DARLE REDACION DIFERENTE Entonces, los poetas siempre protectores de las buenas bebidas, en este caso los poetas turcos, que apreciaban estéticamente los placeres del café, inspirados por su seductor aroma, elevaron cantos a la infusión. Uno de ellos, de nombre Sherifedin, escribió un poema titulado “La Victoria del Café”, con versos que satirizaban los flacos argumentos que hubo de esgrimir el Sultán para dictar leyes prohibiendo el producto, y dicen por ello los cronistas, que “el Islamismo no logró detener el milagroso avance de la bebida inspiradora de artistas y poetas, símbolo de la hospitalidad, fundamento firme del comercio y fuente de ingresos públicos del Imperio Turco. Y desde entonces se levantó el fragante velo de lo prohibido para que la estimulante y embriagadora bebida, impregnara con su aroma el mundo del Islam”

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De cómo la leyenda lo vincula

a Sherezade y a “Las mil y una noche”


Y por supuesto, el aroma de leyenda del café no podía estar desligado del más grande testimonio de la mitología amorosa y sibarita como lo son los coloridos y colorados cuentos de “Las mil y una noche”, por una razón muy sencilla, y es que el manuscrito árabe titulado “Notas sobre el origen y progresos del café”, obra del poeta árabe Abd-al Kadir, fue traducido al francés, por el famoso investigador del mundo oriental, podríamos llamarle orientalista, Antonio Galland, a quien se debe también la traducción y divulgación de las maravillosas narraciones árabes, de “Las mil y una noche”, en que Sherezade cuenta al sultán mil y un cuento quizá a punta de café.
La obra del poeta árabe, “Notas sobre el origen y progresos del café”, es ni más ni menos que el jocundo análisis y la épica defensa del café, que como ensayos y artículos en honor a la bondad de la bebida de café, fueron publicados para oponerse a la ofensiva campaña que en contra del café, adelantaban los mahometanos. Pero resulta que el traductor de “Las mil y una noche”, también tradujo ese otro manuscrito, del cual ya hemos hablado, que tiene como título “El triunfo del café”, en el que se narra la leyenda de Omar, hijo de Sehahdeli, fundador de la aldea árabe llamada Moka, nombre con el cual se designa hoy a una variedad de café, una manera de tomarlo y también una marca comercial muy reconocida.
En Turquía los poetas que apreciaron estéticamente los placeres del café, inspirados por su seductor aroma, elevaron cantos a la infusión. Uno de ellos, de nombre Sherifedin, escribió un poema titulado “La Victoria del Café”, con versos que satirizaban las leyes de prohibición del Sultán

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De cómo el café llegó a Europa con aroma a revolución

El café llegó a Europa como un despertar, y también como vendaval renovador, modificando arraigadas costumbres de su tiempo, y su influjo no pudo ser atajado por las prohibiciones temblorosas de las monarquías y los temores de los reyes o la oposición puritana de algunos grupos sociales y religiosos. Fue inútil impedir que “el aroma encerrado en los granos de café tuviera tan decisiva influencia en la transformación de viejas estructuras políticas, hasta desembocar en la revolución francesa, posiblemente fraguada en el famoso “Café Procopio”, alrededor de una de cuyas mesas, los enciclopedistas incubaron las ideas de transformación que derrumbarían el carcomido edificio de un sistema de gobierno autócrata y de los altos estratos de una sociedad, generalmente adormecida por los placeres” y seguramente adormecida entre pecados, entonces, podemos decir que el café despertó a Europa.
Es posible que corresponda a Italia, él haber sido el primer país europeo donde se consumió café, pues un italiano llamado Pietro della Valle, aseguraba que debía el éxito de su comercio a las bondades que el café dio a su salud, para poder hacer sus largos viajes, a Egipto, Chipre, Creta, Sicilia y Provenza.
En Francia, el primer cargamento de café llegó por Marsella, y se le atribuye también a Pietro della Valle. Ocurrió en el año de 1644. Luego un médico de apellido Colomb, publicó un folleto en el cual divulgaba su tesis contra la infusión, en ese folleto, el galeno sostenía que no se conocía ningún producto que, como el café, exacerbara tanto el sistema nervioso y tuviera en general, efectos tan perjudiciales a la salud. A tal efecto, Colomb en su diatriba agregaba: “Un producto que alimenta cabras y camellos, no puede recomendarse para la especie humana”. Años más tarde, se abrió en Paris el famoso “Café Procopio”, fundado en 1680 por el siciliano Francisco Procopio Cotelli, local que fue clausurado a fines del siglo pasado. Por sus salones desfilaron las celebridades de la época: Robespierre, Danton, Condorcet, Rouseau, Voltaire, Mirabeau, Marat, Gillotin, Desmolins, quienes es posible que en aquel sitio, incubaran la obra de la Revolución Francesa. En todas las épocas, aún en la actual, el café preside foros y asambleas, por ello, “durante el sigilo observado en las reuniones que celebraban quienes impulsaron con la Revolución Francesa, las incontenibles ansias de libertad, igualdad y fraternidad, el café sirvió de sedante”.
Otras leyendas sobre viajes de aventureros a los países orientales afirman que desde 1657, ya existían varios cafés en Francia, pero especialmente en París, y que la iniciativa se debió a Jean Thévenot. Este navegante marsellés, divulgó en Francia las excentricidades observadas por él, en los cafés árabes, contribuyendo con ello a que la afición por la bebida se propagara en las principales ciudades del país.
A Inglaterra llega el café en 1634, llevado por Henry Blount, navegante que viajaba a Turquía, y conocía las costumbres y la forma como los turcos consumían esa bebida, que llamaban cauphe. Una publicación titulada Diario y Correspondencia de John Evelyn, relataba que en su época de estudiante: “Apareció en mi tiempo en el colegio de Balloil, Oxford, un tal Natanael Conopios, a quien vi tomar café por primera vez”. En 1692, Angonio Wood, escribió un libro titulado Athenae Oxoniensis, en el cual relataba también que un condiscípulo suyo, de apellido Conopios, preparaba una bebida para su propio uso, a la que llamaba coffey. Según otras crónicas, el primer establecimiento en donde se expidió café en Europa, surgió por iniciativa de Daniel Edwards, quien había vivido en Esmirna dedicado al comercio, y a la compra venta de café. En su establecimiento de Londres, preparaba la infusión al estilo turco, un empleado de apellido Rosee, de origen armenio. A la muerte de Edwards, Roseé, el empleado fundó un “Café”, en donde se vendía la bebida, con una campaña de publicidad que recomendaba el café por sus grandiosas virtudes como estimulante y tónica Pero los moralistas y defensores de las buenas costumbres, movilizaron en campaña a sus seguidores, en contra de la “negra y peligrosa” infusión.
Como vemos la prohibición fue la causa del apetito, y entonces, el café que había sido prohibido por monarcas, sultanes, califas, gobernantes y sociedades puritanas, se convirtió en oscuro objeto del deseo, y quizá por ser tan aromático como lo censurado y tan negro como un pecado mortal, generó tal demanda, como para que a mediados del siglo XIX, en Londres existiesen más de tres mil “Cafés”, en donde la intelectualidad, la socialité, la bohéme, se reunía a ejercitarse en el mejor de los deportes mundiales: hablar de secretos, de utopías, del prójimo y por supuesto, del gobernante de ese momento, razón por la cual, a los “Cafés”, se les consideró sitios de conspiración y fueron prohibidos por el Rey de Inglaterra.
El escritor Isaac Disraeli, en su libro titulado Curiosities of literature, editado en 1798, presenta sobre el caso dos curiosos documentos. En uno de ellos, de la “Asociación de mujeres”, en nombre de la moral pública y privada se exponen los graves inconvenientes que para el sexo tiene el uso excesivo de este “licor debilitante”, y agrega: “esta bebida gasta la fuerza de los hombres y terminan áridos, como las arenas de Arabia”, de donde dicen que procede este “maldito grano”. En largas explicaciones sobre la “funesta” bebida, alegan que los hombres abandonan su hogar para pasarse el tiempo en esos “lugares de perdición”. Por su parte los hombres publican un documento para contradecir el de las mujeres y en él hacen grandes elogios del “divino licor”. Con argumentos entre líricos y filosóficos, describen las bondades que para la salud, armonía y grato vivir, tiene el café.
El siguiente párrafo del documento que publican los hombres, da una idea de cómo se cayó en exageraciones por la controversia: “Cuando el suave veneno de la uva, afianzaba en el mundo su general dominación ahogando la razón y el alma de los hombres, y cuando la brumosa cerveza nos asfixiaba el cerebro, los dioses compadecidos de la manera como el mundo se destruía a si mismo, nos mandaron para tornarnos suaves, sobrios y alegres, este rico y cordial elixir, que es el café arábigo”.
La prensa europea nos ha dejado muestras de la inusitada agitación que produjo el ataque y defensa del café, y en ello se llegó a tales extremos de apasionamiento, que los locales en donde se consumía “el maldito brebaje, el diabólico filtro, capaz de quebrantar la paz doméstica”, fueron asaltados. Fue tan grave la lucha creada por los inconciliables adversarios, que una muchedumbre airada, llevada en manifestación por los rabiosos enemigos del café, asaltó y destruyó en Londres, y otras ciudades, los locales en donde se degustaba. Entre estos locales afectados se cuenta el local en el que trabajaba Pascual Rosee, aquel joven armenio fundador del primer establecimiento para vender la bebida de café en Inglaterra, que se vio obligado, como sus colegas trabajadores y propietarios de otros cafés, a salir huyendo. Sin embargo al poco tiempo, comenzaron a abrir de nuevo los cafés, y fueron Oxford y Cambrigde, las ciudades en donde comenzaron a anunciarse más de mil sitios para tomar café, cafeterías que como era de esperar, estaban siempre llenas de la intelectualidad y la bohéme estudiantil de las dos famosas universidades homónimas de esas ciudades.
Las asociaciones de mujeres continuaron en su lucha, quizá porque más que los perjuicios para la salud que ellas alegaban estaba la razón de la razón: los cafés eran sitios en donde sus habituales contertulios, se olvidaban que eran casados o tenían novias esperándolos. “Tal era, y lo es aún hoy, el atractivo que tienen las cafeterías. Y por ello se dice, que era mas facial hallar un hombre en estos sitios, que en su casa de habitación u oficina”, como se alegaba en una de las quejas publicadas por la asociación de mujeres, declaradas enemigas acérrimas del café y cafeterías, instaladas en Londres durante el siglo XVIII y XIX. La asociación de mujeres, “continuó lanzando denuestos contra la intrusa bebida, sin resultados favorables”, hasta que a alguien se le ocurrió poner en practica una medida de seguro éxito: hacer llegar al Rey Carlos II información de que en esos cafés, antros de perdición, se tramaba una revolución contra el trono. El Rey y sus mas altos dignatarios, hondamente preocupados, sin demora “dieron orden de clausurar tan peligrosos centros, en donde se incubaban actos tan oscuros como la bebida que allí se servia.” La prohibición duro hasta a la muerte del rey, Carlos II, que no se había terminado de enfriar en su tumba, cuando ya el hervor del café inundaba con su aroma todo Londres.
Y una prueba más de cómo la prohibición fue causa de apetito, es el que el auge del café, tiene su centro de poder en Londres, exactamente en la 22 Bernes Street, en donde sesiona la Organización Internacional del Café, institución que maneja las políticas de precios y estímulos al mercado mundial del café.
En Holanda, fue en 1664, cuando el mismo Rosee, funda la primera cafetería pública, en el cual se anunciaba que el café allí utilizado venía directamente de Java, desde donde se hicieron las primeras exportaciones a los países de Europa. Holanda, también está en la leyenda del café, pues se dice con razón, basada en las estadísticas que a los holandeses se debe la expansión de la comercialización mundial del café.
En cuanto a Alemania, la historia retrata en anécdotas como fue el recibimiento del café La primera a contar puede ser ubicada en el siglo XVII, tiempo en el que la oposición al consumo del café tuvo su auge, específicamente en 1694, cuando un médico de Túbingen, publicó un folleto, en donde se describían “los terribles males que podría causar a los consumidores de la extraña bebida”, y proponía en su escrito, consumir la saludable y sin igual cerveza. En la referida publicación se afirmaba: “La dama alemana que llegue a acostumbrarse a tomar café con leche, debe renunciar a los placeres de la maternidad “. Pero fue el monarca, Federico II el Grande, el mayor enemigo del café en su patria, y lo combatió mediante un edicto, en cuyas disposiciones se detallan las más severas sanciones económicas, a quienes se comprobara la importación de café, procedente de las colonias de Francia y Holanda. Se originó esta medida en que cada día se acrecentaba la llegada de café desde Java, considerado como de excelente calidad.
Desde esa lejana época, Alemania ha sido el mayor importador de café de alta calidad al punto que se llegó a pensar, desplazaría parcialmente el consumo de cerveza. A este boom de la aromática y extranjera bebida, respondió el Rey con una férrea ley, la cual contemplaba la razón de su prohibición, dada por el monarca: “Es desagradable publicar lo que ha sido el crecimiento del consumo de café entre nuestros súbditos, y cual es la evasión de dinero del país, debida a esta causa. Todo el mundo consume hoy café y esa tendencia debe ser reformada. Mi pueblo debe consumir cerveza, como lo hicieron mis abuelos y oficiales. Muchas batallas fueron ganadas por soldados sostenidos con cerveza y no creo que los de hoy, bebedores de café, sean capaces de batir a los enemigos, si ocurriera una nueva guerra”.
Como la prohibición siempre es la causa del apetito, sucedió lo que sucede con las prohibiciones oficiales, que fue contraproducente y entonces incrementó el contrabando del arábigo grano. Pero, igualmente, no tardaron en ponerse en práctica medidas punitivas para evitar el ingreso de café. Algunos monarcas como el Rey Federico II, en Alemania promulgaron medidas como un edicto, profundamente divulgado, que hacía saber: “si alguien fuere sorprendido tostando café en su casa, será culpado y castigado con 3 años de prisión en fortaleza. Para descubrir a los delincuentes, habrá vigilantes encargados de ambular noche y día por las calles, los cuales entrarán en todo lugar en donde se sienta olor a café y pedirán el permiso para tostar. Y cuando este permiso no se presente, el grano será confiscado y el infractor castigado “Solo algunos tenían permiso oficial, para tostar café en sus casas. A la final, quien terminó tostado por la realidad, fue el monarca y su Ley, pues con el tiempo fue libre su consumo.

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De porque el primer café

fue vienés y se llamo “La botella azul”

En Austria después de la rendición de Constantinopla, cuando los turcos comandados por el legendario Mahomet IV, expandían su marcha hacia la ciudad de Viena, se difundió la información de que por donde pasaban las hordas de este guerrero, se sembraba la desolación y la muerte. Invade Viena, y a punto de agotarse la resistencia de los vieneses, de improviso “alguien sugiere la posibilidad de obtener ayuda de las fuerzas armadas de Polonia, comandadas entonces por el general Juan Sobieski, pero se presentaba la dificultad de establecer inmediato contacto con este. Felizmente surgió la oportunidad con la presencia de un hombre llamado Franz George Kolschitzky, quien por haber vivido varios años en Turquía y otros países orientales, dominaba los idiomas turco y árabe. En momento estelar para los vieneses, Kolschitzky, haciéndose pasar como soldado del ejército sitiador, estableció contacto con el general del ejército polaco y con la ayuda de éste se cumplió la asombrosa derrota de los 300.000 turcos que comandaba Mahomet IV, quien al verse derrotado, huyó abandonando su botín, integrado por 25.000 tiendas de campaña, 10.000 bueyes, 5.000 camellos y 100.000 sacos que contenían diversos granos, entre ellos apreciable cantidad de café, producto que Mahomet, había previsto para su largo viaje, pues era su bebida favorita.
El café en grano fue la recompensa dada al héroe Kolschitzky, por haber librado a Austria de su destrucción, y para corresponder a la acción salvadora de Kolschitzky, le propusieron tomar parte del botín, además de los honores militares. El astuto negociante solo solicitó como recompensa, el café, pues el sabía muy bien el beneficio que obtendría y lo que podía significar en su futuro en Austria. Fundó en Viena el primer “café vienés”, bajo el nombre de “Botella Azul”. Toda Viena acudía allí a disfrutar de la aromática y estimulante bebida, y a celebrar con su dueño, convertido en símbolo de triunfo nacional. Desde entonces en una de las principales plazas de Viena, se observa la estatua de Kolschitzky, en la que vestido a la manera turca y con una taza en una mano, degusta desde el bronce, el aroma del café.

En Venezuela

Mapa de venezuela del libro de historia de Cisneros


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De cómo de la mano de un Jesuita llegó a Venezuela

Las crónicas nos cuentan que bajo la bandera holandesa, en Surinam, fueron plantadas las primeras especies de café, en los años de 1714 y 1718, y que de allí se extendió a Brasil.
No hay duda que fue el José Gumilla, quien plantó las primeras semillas, en la zona del Río Orinoco, entre los años de 1730 y 1732. Pero fue en los años de 1783 y 1784, cuando se propaga y comienza a plantarse en los valles caraqueños, en las haciendas de la zona de Chacao, y de allí se extendió por la zona costera central, desplazando como primer rubro agrícola al cacao, que había dominado la economía venezolana.
Cartay dice, que el café llegó a Venezuela por la vía de los misioneros españoles, —de nuevo unos monjes en el cuento—, asentados en la cuenca del río Caroní, según publicación del Semanario de Caracas, en fecha del 30 de diciembre de 1810. Localizados inicialmente los primeros cafetos en las provincias de Caracas y Cumaná, se extendió luego al centro del país y después, de un enconado enfrentamiento por el uso agrícola de la tierra con el cacao, al Occidente, en los Andes venezolanos, hasta alcanzar el territorio colombiano, penetrando en Cúcuta y Salazar de las Palmas.
Tulio Febres Cordero, dice que Mérida fue el primer estado andino, donde el cafeto se introdujo y que antes de 1777, los sacerdotes jesuitas, —de nuevo la mano de Dios con otros monjes en el cuento—, sembraron algunas plantas en la hacienda de Las Tapias, y que la familia Picón realizó otra plantación en Las Cruces, en uno de los extremos de la meseta merideña.

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De cómo los tachirenses

fuimos exportadores del mejor café del mundo


Hacia 1876 hay ya sembradas veintinueve millones de matas de café

en una extensión de diez mil hectáreas que producen

ciento cincuenta mil quintales de cosecha


San Cristóbal Donde la patria empieza Ramón J. Velásquez



Y podemos decir con sobrada razón y pruebas en la mano que el “Café Táchira . Lavado”, fue el mejor café. Primero porque su origen botánico lo acredita, al descender del jazminum arabicum; Su bondad a los generosos suelos, al clima de nuestro trópico; su calidad a la minuciosa labor de siembra, a la cuidadosa labor de recoger la cosecha, laboriosidad propia de la gente trabajadora del Táchira; y su bouquet, que le hizo famoso, a la distancia que le obliga a pasar cambios de temperatura entre montañas y mares, que le fermentan y así al llegar a su destino tener en su aroma, el mejor bouquet, todo debido a que, como dice en el prólogo de “Los Alemanes en el Táchira”, el Dr. Ramón J. Velásquez, “Los transportes duraban semanas... y el viaje de los buques que llevaban el café a Europa duraba meses. Comenta Shöffer, en su crónica sobre el café, que esta larga travesía marítima permitía que el café... fermentara y adquiriera una calidad exquisita que lo hacía ser el más buscado en los centros de consumo europeo.” El bouquet de la espera, nos dio entonces, junto al café de Java, el primer puesto de honor, como el mejor café del mundo.
El Dr. Tulio Chiossone, afirma que el cafeto pasó de Mérida al Táchira, hacia el año de 1794, cuando Gervasio Rubio, llevó algunas semillas de café y las plantó en su hacienda de La Yegüera, en donde la población allí establecida, paso a llamarse Rubio, en honor al pionero don Gervasio Rubio.
José Gregorio Villafañe, en “Apuntes Estadísticos del Táchira”, dice que “en tiempos remotos, el español Antonio Lanasa, plantó las semillas de café en la sabana de San Cristóbal, y que fueron semillas enviadas por Lanasa desde San Cristóbal, las que germinaron como progenitoras de las plantaciones cafetaleras de Rubio.
Y quien mejor para citar al hablar de la historia del Táchira, está vez de la historia del café en el Táchira, que el Dr. Ramón J. Velásquez, quien nos dice en el prologo del libro El Táchira Fronterizo:
“Hacia las últimas décadas de mil ochocientos, el proceso de la colonización cafetera, convierte al Táchira, en una de las regiones más prósperas de la nación. El padre Rubio impone, como penitencia, en reemplazo de los Credos y las Salves, todo en proporción de su balanza mística, el desmonte de las tierras vírgenes y la siembra de tantos o cuantos arbolitos de café. La región no ha padecido los estragos de la Guerra Federal, y mientras el resto del país vive bajo el signo del espanto, con los cuatro jinetes apocalípticos piafando tras la puerta empavorecida, en estas tierras, se fundan colegios, se establecen comercios, se multiplican rebaños y plantaciones. Hacia 1876 hay ya sembradas veintinueve millones de matas de café”. Esto dice el respetado historiador en su Discurso de Orden, titulado, “San Cristóbal donde la patria empieza”, en ocasión de la celebración del cuatricentenario de San Cristóbal, y aquí lo citamos, como primera prueba de que en eso de pecar y trabajar, a los tachirenses nos rinde el tiempo como para ganarnos el perdón de los pecados.
Y para a seguir en la tónica de refrendar con palabras mayores, la cita obligada es del Dr. Rafael Cartay, quien en su obra “Caracterización de la Región Alimentaria Andina” nos dice: “Después de 1870 la red urbana andina, así como sus vinculaciones internas, tanto político administrativas como culturales y económicas, se desarrolló y consolidó, dándole un perfil más uniforme al paisaje económico regional. Buena parte de esa responsabilidad le correspondió a la expansión del cultivo del café, principalmente, y de la caña de azúcar, secundariamente”.

Orlando Ramírez. En su obra “Mercado del café oro”, nos dice de cómo a consecuencia de la guerra de Independencia, Venezuela era un país despoblado y por ello el Presidente de la República, General José Antonio Paéz, comenzó en 1830, a promover una política de inmigración “para lo cual fue dictada una Ley con fecha 12 de junio de 1831, dirigida especialmente a favorecer la inmigración.”
En 1984 con fecha del 26 de noviembre, se funda la Colonia Tovar, centro poblado por inmigrantes alemanes. A partir de entonces se incrementa la llegada de los inmigrantes alemanes, quienes se dedican al comercio y las finanzas, relacionadas con la comercialización y exportación del café. “Los comerciantes alemanes, como señala también Rafael Cartay en su Historia Económica de Venezuela, demostraron su sagacidad controlando las exportaciones de café procedente del occidente venezolano y de algunas regiones colombianas, abasteciendolas de mercancias importadas y dominando su actividad financiera. Con sus casas comerciales en Maraciabo, estableciendo sucursales en San Cristóbal, Rubio, Valera, Sabana de Mendoza Motatán, etc..extendiéndose hasta la vecina Colombia y particularmente, Cucuta, donde unos quince alemanes monopolizaron el comercio al por mayor.
Ramón Gonzáles Escorihuela en su obra, Las ideas políticas en el Táchira, nos refiere: En 1893, según el Boletín Comercial, Nro 66, editado en Táriba, la exportación por Puerto Villamizar, corresponde a las zonas de mayor producción: San Cristóbal, Rubio, Táriba, Santa Ana, Independencia, Libertad y Palmira, alcanzo a 7. 219. 642 kilos. Esta cantidad no incluía el café cultivado en las zonas de menor producción ubicadas hacia el oriente del estado: La Grita, Pregonero, Colón, Michelena y Lobatera, que exportaban por Santa Bárbara y Puerto Guamas, tampoco el café que se vendía directamente en Cúcuta, ni el consumido a nivel local. En base a este dato podría afirmarse con relativa propiedad, que la producción regional para fines del siglo XIX, alcanzaba por lo menos los diez millones de kilogramos.
Agregar El Táchira Fronterizo

Mariano Picón Salas dice: Ese Maracaibo de 1902, parecía una especie de metrópoli de todos los intereses alemanes en Venezuela y el inteligente, desafiante y duro Señor Von Jes era no solo el cónsul del Imperio Aelmán, sino también el jefe de la Casa Brewer Möller, acaso la corporación comercial más fuerte establecida en el país. Todo el café de la cordillera y el expendio de víveres y mercancías secas estaba monopolizado por las empresas alemanas, especialmente Brewer Möler y Blohm y compañía. Eran los importantes exportadores, prestamistas y banqueros de casi todo el Occidente venezolano

...

La presencia alemana

y la disciplina de los tachirenses hizo el milagro

texto de la casa steinvorth
Fue de postal por agregar


La guerra federal no logró prolongar sus candelas hasta esos lejanos valles y páramos occidentales y en cambio, gentes de los llanos y del centro del país fueron a buscar paz y techo en el territorio andino, huyendo de las furias de la guerra. Coincidió esa hora de la vida tachirense con la llegada del capitalismo alemán dispuesto a convertir la región en un nuevo centro de producción cafetalera, a fin de atender la creciente demanda del mercado mundial. Prologo de El Táchira Fronterizo

Ramón J. Velásquez



Y me fijaba en los alemanes de San Cristóbal y de Cúcuta, que
tenían las grandes casas de comercio y me gustó su disciplina,
su seriedad, su manera de vestir, su aseo

Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez

Ramón J. Velásquez


Pero si de un país europeo vamos a hablar en relación al café del Táchira, este país debe ser Alemania, en donde la historia cuenta muchas facetas de la presencia del café como que bajo la protección del Rey de Prusia, Federico I buscar fecha de gobierno de este monarca, se inauguraron cafeterías en Hamburgo y otras ciudades, en donde el consumo de café, de la mejor calidad, se ha prolongado hasta nuestros días, siendo los más exigidos desde finales del siglo XIX, los cafés procedentes de Java y el muy nuestro y famoso “Café Táchira Lavado.
Domingo Alberto Rangel, hace una apreciación de las casas alemanas que comercializaban con el café: “Las casas alemanas de Maracaibo, de la cual son sucursales la de Brewuer Muller, las Casas Van Disel Rode, Beckman y Olíva Rívoli….El Táchira tiene prioridad sobre las demás regiones productoras de café, es de allá de donde provienen las más nutridas cosechas.” Un ejemplo de esto lo constituye la casa comercial Breuer Muller, que junto con la Van Disel Thies, manejaban los más altos volúmenes de exportación en el Táchira. Para 1890 estas casas tenían agencias en Cúcuta, San Cristóbal, Rubio, San Juan de Colón y Tariba.
Al mismo tiempo que los alemanes, llegaban también al Táchira, inmigrantes provenientes de Córcega y de Italia, para participar en el gran cambio económico y social que comenzaba a operarse, al colaborar en la transformación de los métodos agrícolas y de los sistemas comerciales. Los cálculos alemanes fueron acertados y las exportaciones de café proveniente de los campos del Táchira, abarrotaron los muelles del puerto de Maracaibo con destino a los mercados de Hamburgo y New York.

del libro el tachira fronterizo
Las provincias convertidas desde 1864 en Estados soberanos, vivían de sus propios recursos dentro de una autarquía de la pobreza. El crecimiento de alguna región que no había sido destruida por la guerra civil, ni diezmada por el paludismo, constituía un hecho anormal dentro de aquel cuadro venezolano de parálisis económica y de desamparo social. Ese era el caso de Los Andes, y de manera especial, el del Táchira.
La Federación no logró prolongar sus candelas hasta esos lejanos valles y páramos occidentales y en cambio gentes de los llanos y del centro del país fueron a buscar paz y techo en el territorio andino, huyendo de las furias de la guerra. Coincidió esa hora de la vida tachirense con la llegada del capitalismo alemán dispuesto a convertir la región en un nuevo centro de producción cafetalera, a fin de atender la creciente demanda del mercado mundial. Al mismo tiempo que los alemanes llegaban también al Táchira, inmigrantes provenientes de Córcega y de Italia para participar en el gran cambio económico y social que comenzaba a operarse, al colaborar en la transformación de los métodos agrícolas y de los sistemas comerciales. Los cálculos alemanes fueron acertados y las exportaciones de café proveniente de los campos del Táchira, abarrotaron los muelles del puerto de Maracaibo con destino a los mercados de Hamburgo y New York.
Como no se crearon latifundios cafetaleros, la riqueza se encuentra repartida, prosigue la colonización de tierras vírgenes y crece el número de fundos, nacen nuevas ciudades y aumenta la población de las existentes. El comercio importador ofrece las más ricas mercaderías, se construyen casas de nobles materiales y la cultura logra sitio destacado y permanente en el renglón de las actividades diarias de los tachirenses. Los hijos de los ricos hacendados, así como jóvenes pobres pero ambiciosos asisten a escuelas y colegios para luego marchar a Mérida, Caracas, Maracaibo, Pamplona o Bogotá, a completar sus estudios.
La circunstancia de ser el Táchira una región fronteriza con Colombia y vecina a los llanos de Barinas y Apure, crea un clima social y una situación política y económica que la diferencia cada vez más de los cuadros merideño y trujillano. La facilidad que encontraba la gente inmigrante para integrarse a la dirigencia local, impedía la formación de cerrados círculos sociales. La naturaleza misma de la economía cafetalera, así como la creciente actividad ganadera, hacen del Táchira, una región singular en el cuadro de los veinte Estados que formaban la República Federal.
Surgieron en el Táchira de los años ochenta, iniciativas singulares como la fundación de la primera empresa de exploración y explotación de yacimientos de petróleo que se constituyó en un país latinoamericano. Se introdujeron nuevos cultivos y se creó un jardín de aclimatación de nuevas plantas. Se fundaron asociaciones de agricultores y se estableció el primer Banco Agrícola, por decreto del Presidente regional, Rosendo Medina.
Al mismo tiempo, crecía en el Táchira el interés por la política nacional y una nueva generación de liberales y nacionalistas consolidaban nexos con sus correligionarios del resta del país. Pero a medida que el tiempo carcomía el poderío liberal amarillo, iba en aumento la impaciencia y la importancia de quienes como Carlos Rangel. Garbiras, Santiago Briceño, Buenaventura Macabeo Maldonado o el joven General Cipriano Castro, creían que era llegada la hora de compartir., en igualdad de ventajas, el poder nacional, contando con el respaldo de un pueblo joven, acostumbrado a vencer contratiempos.
El crecimiento económico del Táchira se encontraba frenado por la falta de caminos y por el abandono de clue era objeto por parte del gobierno nacional. En Caracas se sabía del Táchira cuando llegaban a la capital, los Generales y Doctores que lo representaban en el seno del Congreso Nacional o cuando algún grupo de descontentos asaltaba el cuartel de San Cristóbal o la Aduana de San Antonio.
La batalla por los caminos, la lucha por lograr una comunicación más fácil con el resto de Venezuela a través de Maracaibo o utilizando la ruta fluvial Uribante Apure Orinoco, constituyen uno de los grandes capítulos en la lucha de la comunidad tachirense en la segunda mitad del siglo xIx.
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Los alemanes como buenos estrategas del comercio dieron prioridad a la zona fronteriza de Venezuela, específicamente el Táchira para comerciar como exportadores de café e importadores de maquinarias e insumos europeos, traídos de Alemania como máquinas descerezadoras de café, trilladoras, y útiles de labranza. Orlando Ramirez dice: “Este aspecto contribuyó para que desde entonces, el Táchira, más que cualquier otro lugar de Venezuela, comenzara a aplicar mejores tecnologías en el procesamiento del café de cereza, hasta convertirlo en café oro, de excelente calidad, manteniéndose esta tradición hasta nuestros días. Aunque se debe reconocer que con la pérdida del liderazgo de los alemanes, en el comercio internacional del café, a partir de la II Guerra Mundial, también ese esmero por la calidad del café oro, se fue perdiendo, ya que los norteamericanos que asumieron ese liderazgo no han hecho tanto énfasis sobre ese concepto, quizá en parte por no tener ellos una relación directa con la producción, como si la tuvieron los alemanes, y por otra parte, porque los europeos, siempre el concepto de calidad les obsesiona.””
Agregar Ramón J. Velásquez PROLOGO LOS ALEMANES EN EL TACHIRA
Cartay dice que “la expansión cafetalera ocurrió más rápida e intensamente en el Táchira, que en los otros estados andinos y que por ello, el café comunicó a la economía tachirense un mayor dinamismo, que valorizó económicamente todo el ámbito regional.

Por último, para refrendar lo de trabajadores y pecadores, como virtudes y pecados de los tachirenses, podemos decir que a principios del siglo diecinueve se expandieron las siembras de café en toda Venezuela, pero fue en la región occidental, en el Táchira, donde años después los alemanes encontraron las mejores tierras y la mejor gente: gente laboriosa, disciplinada, aquerenciados a sus casas de familia en pueblos y ciudades; a sus fincas en los campos y aldeas, que bajo la batuta de los empresarios alemanes hicieron del cultivar café, un concierto dirigido por la disciplina prusiana de estos inmigrantes, que en tono mayor sostenido, se expresó y reconoció nacional y mundialmente en la excelencia y calidad de las cosechas. A ello se sumó el gigantesco volumen de las cifras de kilos cosechados, que nos llevó a ser los mayores y más importantes exportadores de café en Venezuela
Esa importancia también se reflejará en muchos hechos de la vida del país, especialmente en relación al largo liderazgo político ejercido por los tachirenses, desde las postrimerías del siglo XIX. La bonanza cafetalera, contribuyó a consolidar una élite económica, que ejerció su liderazgo social y que en el momento en que las circunstancias históricas les dieron oportunidad, se sumaron como empresarios a la campaña política del líder de la Revolución Liberal Restauradora, Cipriano Castro y del empresario Juan Vicente Gómez, quien organizó económicamente como buen gerente administrativo, esta avanzada, para llegar hasta Caracas y allí unificar al país.
Agregar prologo de cartay en mi libro La Cocina Tachirense
Agregar capitulo de Las ideas políticas en el Táchira Ramón Gonzales Escorihuela.
Agregar discurso de San Cristóbal y de los 100 años de la revolucion liberal restauradora de Ramon J. Velásquez en el libro Asi era la vida en San Cristóbal.
Domingo Alberto Rangel:
Venezuela era un cuero seco… Gómez El amo del poder………
Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez primero gobernaría al país desde 1899 hasta 1908 y el segundo desde 1908 y 1935.
“De varios modos hemos llegado los tachirenses a Caracas. A finales del siglo pasado en una expedición política con el propósito de indicar al país la existencia de nuestra comunidad regional con vigoroso afán nacionalista. Todas las circunstancias pedían echar a andar hacia el poniente, para asimilar nuestro mapa al de los vecinos colombianos; empero, imprimimos a esa andadura el rumbo del centro norte, con la bandera más alta del sentimiento venezolano. Después hemos venido, sin atributos de vigilantes de linderos, para llamar la atención acerca de nuestros esfuerzos para sostener, en todos los sentidos, los hitos que marcan diferencias con la geografía colombiana.”


Alemania se convirtió, como aún lo es, en el primer centro de comercio del café, rivalizando con la bolsa de Nueva York y Londres. Aun hoy Alemania continúa ocupando el primer puesto como importador de café de alta calidad, procedente de Venezuela. Esta especial característica, tiene su origen en que, desde 1870 a 1928, un grupo de técnicos en agronomía, en colaboración con comerciantes, representantes de firmas alemanas importadoras de café, financiaban la adquisición de equipos para beneficiar el fruto del café en nuestra región y así producir el mejor café del mundo, el “Café Táchira Lavado”, que debe la fama a su origen botánico al descender del jazminum arabicum; su bondad a los generosos suelos, al clima de nuestro trópico, a la minuciosa labor de siembra, y cosecha, propia de la gente trabajadora del Táchira; y su bouquet, que le hizo famoso, a la distancia que le obliga a pasar cambios de temperatura entre montañas y mares, que le fermentan y así al llegar a su destino tener en su aroma, el mejor bouquet, todo debido a como dice en el prólogo de “Los Alemanes en el Táchira”, el Dr. Ramón J. Velásquez, “Los transportes duraban semanas... y el viaje de los buques que llevaban el café a Europa duraba meses. Comenta Shöffer, en su crónica sobre el café, que esta larga travesía marítima permitía que el café... fermentara y adquiriera una calidad exquisita que lo hacía ser el más buscado en los centros de consumo europeo.” El bouquet de la espera, nos dio entonces, junto al café de Java, el primer puesto de honor, como el mejor café del mundo.
Las casas comerciales alemanas, sus gerentes, sus vendedores y agentes venidos de Europa, tuvieron gran influencia en el mundo tachirense, desde el comercial y económico, hasta en el mundo educativo, social, artístico, por la disciplina que ellos mantenian en sus locales y haciendas, sus costumbres familiares y su respeto y austeridad.




El café tachirense tiene aroma de jazmín


La especie botánica descubierta en Abisinia y cultivada por Gemaldin, es conocida científicamente como Jasminum arabicum. Con este nombre se le presentó oficialmente en el año de 1714, cuando el botánico francés Antonio de Jussieu, Director del Jardín Botánico de Paris, en una memoria expuesta en la Academia de Ciencias de la ciudad luz, hizo una completa descripción de los diferentes órganos del cafeto, y justifico con ello científicamente que se le nombrara Jasminum arabicum.
Dice el historiador Henao Jaramillo, que las primeras leyendas sobre tan popular bebida fueron escritas en idioma árabe, tejidas con la fantasía de los poetas de ese mundo exótico, ornado de jardines edénicos y situado en supuestos valles de los países orientales. Igualmente los naturalistas que estudiaron la organografía del arbusto, le aplicaron el gentilicio arábigo, a causa de que, por prolongado lapso, se creyó que el cafeto era originario de Arabia Feliz, hoy Yemen, y no de Abisinia. Por ello, y por la descripción del cafeto que hizo el botánico francés Antonio de Jussieu, se terminó asignándole el nombre científico de Jasminum arabicum, usando la terminología latina, tan de moda en los documentos científicos de la época. En la actualidad se le llama también Coffea arabigo
El café es indudablemente una bebida que tiene el nombre del más emblemático aroma oriental: el jazmín. Y razones no faltan, porque la flor de café es un jazmín, muy apetecido para quienes saben de infusiones, y fama ha tenido la infusión de flores de café, como un extraordinario estimulante, una bebida que anima y estimula tanto o más que un buen café, según cuentan también los cultivadores del café en el Táchira.


Todo este cuento ha sido para decir, que el café y el trabajo han aromado de bonanza la historia económica y agrícola del Táchira.

Que el café merece ser, como es, nuestro mayor emblema vegetal que enorgullece como una condecoración con sus hojas y frutos la bandera y el escudo del Táchira y que en su nombre con la marca de “Café Táchira lavado”, fuimos conocidos como lo mejor de su género, en el mundo, pues de todas las especies cultivadas, la más comercializada por su bouquet, que le hace tener gran demanda en el mercado mundial, es la que en principio se llamó con el nombre científico de Jazminun Arabicum, o comercial de Jazmin arábico, y que en la actualidad se conoce como Coffea Arabico
Y algo más, que aquí en este cuento está más que probado que si a los tachirenses sembrar café nos libró de pecados, en el resto del mundo, en estos tiempos el café, ya no tiene aroma de pecado

domingo, 17 de mayo de 2009

Del Táchira para el mundo

Quien es Leonor Peña
evista de Gabriel Castañeda
Cheff egresado del Cega


¿ Como empezó en el mundo de la literatura?

Creo que todo escritor comienza leyendo...
Yo tuve el privilegio de tener a mi padre que fue un gran lector y a mi madre que fue una gran maestra, entonces desde muy niña escuche en la voz de mis padres, los mejores cuentos para niños, las fábulas, las adivinanzas, las poesias.
Ellos primero nos leían y luego cuando ya aprendimos a leer, mi hermano Victor y yo, entonces nos hacian leer en voz alta, para que además aprendieramos a pronunciar, y nos daban premios por ello. También nos pedian que les contaramos lo que leiamos, o que contaramos una historia, un cuento inventado.
Creo que todo escritor, como dijo Adriano Gónzalez León, es como Sherezade... cuenta historias. Los escritores somos fundamentalmente contadores, narradores. Contamos historias. Escribimos historias.
Escuché en la voz de mis padres entre los muchos títulos que me leyeron, una obra que con el nombre de “Cuando las grandes mujeres eran niñas”, me contó del mundo de infancia de las reinas, heroínas, santas, guerreras. También recuerdo un libro que se titulaba, Los mejores cuentos para niños. Esas eran las lecturas, y también las fábulas de Rafael Pombo, o los poemas populares.
Mi abuela Mariana y mi tía Edilia, me contaban los cuentos más cercanos a nuestra tierra, a nuestro mundo casi rural. Eran los cuentos de Tio tigre y tio conejo, o los cuentos de Pedro Rimales, y esos eran momentos de afectuosa recreación, porque la abuela o la tía, adornaban estas historias con detalles del mundo en que vivíamos.. “Esta era una niña como Leonorcita, que iba un día…” Asi podia empezar un cuento. Entonces me involucraban como protagonista
Aprendí a escuchar, luego a leer y después a contar.
Recuerdo que de niña, era una gran contadora de cuentos, y mis hermanos, mis compañeros de clase y también algunos adultos, se sentaban, y como decimos en el Táchira, “me hacían rueda”, para escucharme. Así que desde niña fui una aficionada a narrar, a contar historias, cuentos, anécdotas
Donde nacen las ganas de escribir libros?
Yo estudie en un colegio, en donde mi madre era maestra y después fué Directora. El colegio Santa Teresita del Niño Jesús. Allí, el director y fundador era un sacerdote muy ilustre, un hombre ilustrado, un extraordinario historiador, fundador del Centro de Historia del Táchira:. Monseñor José Edmundo Vivas.
El era quien nos dictaba las clases de Historia Universal, Historia Sagrada, Historia de América. Era un narrador extraordinario que contaba la historia con un lenguaje cinematográfico, un lenguaje de imágenes. Podíamos recordar con facilidad la estrategia de la falange militar de Alejandro Magno, o la cruzada invencible de Julio Cesar, que hizo del mundo romano el más grande Imperio; o del destino cruel de los Reyes de Francia. En esas clases, Monseñor nos contaba la historia y luego la tarea era escribirla, contarla con nuestras palabras, y si queriamos la podiamos acompañar con un dibujo
Entonces nuestros cuadernos de historia, eran cuadernos de cuentos, de narraciones fabulosas, en las que muchas veces nuestra mente infantil le daba a los héroes connotación de dioses, o los dibujabamos con la belleza de nuestros idolos del cine o semejante a nuestros muñecos o juguetes, que imagino le causaban gracia a Monseñor. También cuando era necesario, escenificabamos en una obra teatral algunos pasajes de esas historias, y para ello escribiamos un ingenuo guion, una incipiente obra de teatro... Si. Creo que puedo decir que para mi, escribir fue desde el principio un juego divertido
Quien fue la persona que le apoyo en todos sus trabajos?
Cada época, cada edad nos vincula a un círculo de afectos, de apoyo
En los primeros años fueron mis padres, mis maestros. Escribir era un ejercicio de imaginación y también una manera de ganar puntos, de obtener buenas notas en el colegio, y así tener aprobación, premios, permisos. Luego vino la época del bachillerato, estudié en el Liceo Simón Bolívar y allí encontré en las clases de literatura, un mundo fabuloso de libros, de narraciones, de poesía. Me encantaban las clases de Pedro Pablo Paredes y de Carmen Teresa Alcalde, ella sobre todo fue una persona estimulante en mis primeros acercamientos a escribir. Fui su mejor alumna.
Por esa época, a finales de los años sesenta, gané por concurso el producir el Suplemento Infantil del Diario La Nación. Entonces conocí el mundo editorial. Comencé a vivir el reconocimiento por una publicación...Me impactó el Editor del Diario La Nación, don José Rafael Cortés, que escribía con una gran facilidad, casi escribía como hablaba. Era capaz de contar un suceso del día en su editorial, y al mismo tiempo de narrar, criticar, calificar, informar, en su Opinión del Editor.
Por esos años conocí tambien al Dr. Domingo Alberto Rangel, y forme parte de un grupo de estudiantes que nos reuniamos con el, a comentar libros, y hablar de nuestro pais. El Dr. Rangel me enviaba libros, sus libros y también biografias y ensayos sobre las mujeres que en su momento liderizaron un movimiento, un grupo, una acción a favor de sus patrias. El me decía que todas ellas escribian, todas se comunicaban a traves de sus libros, de sus escritos en la prensa. Que debía escribir
Despues, en los años ochenta tuve la oportunidad de conocer personalmente al Dr. Ramón J. Velásquez... Ya en ocasión del cuatricentenario de San Cristóbal, en el año 61, siendo una niña de nueve años, le conocí y me impresionó la narración de la historia de la ciudad, que fue el tema de su discurso, allí el contaba de una manera “clara como una lámpara y simple como un anillo”, las etapas históricas de mi ciudad.
Fue un discurso que me enseñó a contar para enseñar, para saber, para apreciar. Entonces al conocer al Dr. Velásquez, comencé a tener en él a un gran tutor, un extraordinario historiador que me acercó al Táchira de todas las épocas, con su palabra documentada, ilustrada y a la vez sencilla
“Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez”, se convirtió en mi libro de lectura permanente, así como su discurso del cuatricentenario, que con el título de “San Cristobal Donde la patria empieza”, es a mi parecer el ensayo mejor escrito, el discurso mejor concebido, la narración más amena que conozco, sobre mi ciudad
¿Que la inspiro a buscar como tema la comida tachirense?
Me inspiraron mis paisanos más ilustres, mi maestra de educación culinaria, también las más sencillas cocineras del mercado y por supuesto la afición a comer bien de mi abuela Mariana y de mi padre. Entonces en ese orden me llamaron la atención sobre nuestra gastronomia regional, después fueron, Ramón J. Velásquez, Luis Felipe Ramón y Rivera, Pedro Antonio Rios Reina, Fruto Vivas, quienes al hablar o al volver a su patria chica, buscaban en ella, esa otra patria emocional que es la infancia, en donde los sabores de los platos de la abuela, de la casa materna, son ingrediente principal en los recuerdos de la buena mesa tachirense del reciente ayer
Ese interés de ellos por volver a comer los platos de la niñez, me hizo remirar para buscar mi cuaderno de clases de Economía Doméstica, como se llamaba entonces a las clases de culinaria, de cocina en el colegio. Me hizo buscar la cocineras de los mercados, y también ordenar mi colección de recetas
Un día, conversando con el Dr. Velásquez le conté de mi colección de recetas del Táchira, y el me dijo: Usted está en la obligación de ordenar esas recetas y hacer un libro, porque ese es un patrimonio que no debe perderse La gastronomía es parte del patrimonio cultural de un pueblo porque un pueblo es lo que come Si usted lo hace, yo le publico el libro
Entonces me dediqué durante seis meses a ordenar toda mi recopilación de recetas A escribir las crónicas de presentación de cada capitulo y conseguí conformar trece capítulos en quinientas cincuenta paginas El primer borrador se lo envié enseguida al Dr. Velásquez quien al recibirlo me llamo y me dijo:
Oiga, yo creí que usted estaba escribiendo un recetario. Pero esto es un tratado de cocina, es un libro magnifico. La felicito y felicito a los tachirenses
El cumplió su promesa y me edito en la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses. BATT, mi libro La Cocina Tachirense, tomo 131 de la colección de los tachirenses. Debo a ellos, a mi maestra de culinaria en el Colegio Santa Teresita, a mi padre, a mi abuela materna y a Ramón J. Velásquez, el interes por la gastronomia del Táchira, el culto a la buena mesa, la pasión por conocer ese mundo fabuloso de la gastronomia...
¿Porque decidió dedicarle tiempo a la comida tachirense?
Al revisar el borrador del libro, La Cocina Tachirense, creyendo que con eso concluía mi trabajo, no imagine que estaba empezando una investigación que cada día me compromete mas; cada día me anima, me entusiasma a seguir averiguando, recopilando, escribiendo, publicando. Crei que iba a publicar una recopilación y me he encontrado con todo un mundo, fabuloso de la gastronomía tachirense.
Después de esa publicación, gracias a mi paisano Tulio Hernández, quien presentó mi libro a los editores de El Nacional, una selección de estas recetas, con el título de “Lo mejor de la cocina tachirense”, fue publicado en la serie de Los Libros de El Nacional. Colección Quiron. También fue un éxito editorial, que se agotó enseguida.
Del libro original, con la ayuda de don José Rafael Cortés, reimprimí La cocina tachirense, y entonces el Dr Juan Galeazzi Contreras, se convirtió en el mejor publicista y mecenas de mi trabajo, porque compró la edición para obsequiarlo. También el Dr Ignacio Branger, y la empresa Pasteurizadota Táchira, adquirieron el libro y además publicaron las recetas en los cartones de Leche Táchira
Asi que esto se ha transformado en un circulo de movimiento constante, mientras mas elogian mi libro, mas se vende, mas lo consultan, y más me comprometen a seguir trabajando, y por supuesto más tiempo debo dedicarle a este tema.
Después he publicado una serie llamada: Cuadernos de patrimonio cultural gastronómico del Táchira, de los cuales ya se han publicado dos títulos: El primero, “El secreto de la fortaleza de los tachirenses, para trabajar, mandar y pecar” diciembre 2006, y el segundo “Las hayacas tachirenses” diciembre 2007.
En estos momentos estoy organizando el Encuentro gastronomico. , que espero reuna a todos los participantes, exponentes, protagonistas del cosmos gastronomico regional, y allí presentar la segunda edición de mi libro La cocina tachirense, el tercer cuaderno de patrimonio cultural gastronómico, que se titula: “De cómo los tachirenses pagamos los pecados con café”.y también el cuarto título: “De como el cacao tachirense viajo del chorote aborigen a la porcelana francesa en la mesa del Rey Sol”. También tengo lista la edición de la Guia Gastronómica del Táchira
Que la mantiene en ese mundo de la literatura y la cocina?
Me mantiene el entusiasmo de mis paisanos, el interes de los jóvenes chefs, el gusto que me da ser util a mi tierra. El poder mostrar que somos un gran pueblo Creo que estoy haciendo un trabajo trascendente por lo útil. Creo que eso es lo mejor. La utilidad de esta investigación, de esta promoción de nuestra gastronomía.
Yo en realidad me considero escritora. Me ha correspondido una circunstancia muy simpática, me considero poetisa pero me conocen por mi libro de cocina. Así que creo, que algún día escribiré un recetario de poesías o un poemario de recetas, para conciliar las dos vertientes de mi trabajo.
Como escritora tengo publicados varios poemarios. Escribo como columnista de prensa, con mucho gusto pues soy leída y comentada. Tengo en vísperas de publicar mi novela “Misnun. La sal de los silencios”; la historia de tres mujeres de principios del siglo XX; el libro de cuentos “El azar no es inocente”; una cronologia de Simón Bolívar en el Táchira de 1813
Que opina de que nuestra raíces y tradiciones se esten perdiendo?
Creo que los venezolanos somos el mejor pueblo del mundo
García Marquez decía que los griegos fueron un mundo cultural, forjaron una cultura gracias al amalgama de tradiciones de culturas de civilizaciones que se encontraron frente al mediterráneo. A los venezolanos nos ha correspondido estar frente al Caribe, y es aquí, en la puerta de entrada a Sur America, aquí, al norte del sur, frente al mar caribe, con Caracas como capital donde nuestro país se ha abierto de capa para recibir la bonanza de la inmigración, la levadura de otras culturas que han llegado para quedarse en este país en donde su gente supera en variedad, en bondad, en belleza el paisaje. En donde el paisaje humano compite en esplendor con el paisaje geografico
Creo que nuestras raices y tradiciones están ahí, y que han recibido el abono de la inmigración. Creo que ante los aires, los vendavales de la globalización debemos afincar la raíz en tierra, conocer aún mas nuestras tradiciones, para apreciarlas, mantenerlas, continuarlas. Es nuestro compromiso con las generaciones futuras de quienes somos sus albaceas
Sobre todo creo que aquí, no se ha perdido nada
Todo está ahí, en la memoria colectiva, esperando ser llamados a escena, ser puestos en escena para seguir siendo: un plato emblemático, un baile tradicional, un canto popular Venezuela nos dice todos los días que está aquí y allá en la memoria. Pero esta, sigue siendo, es nuestro pais
Que veremos de Leonor Peña en el futuro?
Creo en el decir de Monseñor Pulido Méndez:
“nos llevamos lo que dimos y dejamos lo que tenemos”
Lo que me llevaré será mi agradecimiento por ser de aquí. El gusto por haber descubierto y disfrutado el mundo tachirense, en todo lo posible, y sobre todo en su gastronomia. Me llevaré el honor de ser considerada muy tachirense. De ser una referencia de trabajo por el Táchira
Dejó, creo que será lo que verán en el futuro, mis libros, mi ediciones, mis escritos.
¿Que verán de mí en el porvenir?
Verán mis escritos y se cumplirá el decir: lo escrito escrito queda
Espero, que vean que me dedique a trabajar a favor de mi tierra. Que quise ser util
Que me siento alegre, por ser de aquí, porque por sobre circunstancias plebeyas, expureas, buenas o malas, ser tachirense es un privilegio
He vivido a plenitud y espero seguir viviendo aquí, como decía Neruda
Si volviera a nacer mil veces
Aquí quiero nacer
Si volviera a vivir mil veces
Aquí quiero vivir
Publicado por Gabriel Castañeda en 12:22

sábado, 16 de mayo de 2009

la ciudad extraviada


Leonor Peña



A donde vayas te llevaras tu ciudad
Constantino Cavafis


La ciudad nació para el encuentro en un cruce de caminos. Caminos en el espacio y el tiempo. ¿Dónde y cuándo comenzó el desencuentro? ¿Dónde el extravío? ¿Dónde la desmemoria?

En búsqueda de la ciudad extraviada, se han dado los escritos, las loas, los cantos para recordarla ¿Cuándo se iniciarán las acciones en su búsqueda? ¿Cuándo el rescate? ¿Cuándo el reencuentro?

Impresas entre tintas y texturas, las imágenes perfiladas, las imágenes narradas de la ciudad desaparecida, nos cuentan historias de atardeceres perdidos en el laberinto del tiempo, de presencias urbanas mutiladas, desalojadas de su espacio ganado…

¿Por qué el desalojo, la mutilación, la demolición? ¿Por qué la huella constante que habita y camina entre el cuerpo urbano de la ciudad, es la de lo transitorio? A la búsqueda de la ciudad extraviada, convocamos el recuerdo primero, la presencia imaginada primogénitamente de nuestra ciudad para indagar ¿qué la signó?
La primogenitura le pertenece a Francisco Sánchez quien la intuye, la predice; entonces aguas arriba, por el río de la memoria, en una barcaza de imágenes, de percibires puedo imaginar, por entre el laberinto de los días, los años, los siglos, el momento, el instante premonitorio que consteló el sueño de Francisco Sánchez… ¿Sería un día de grises nieblas asomadas a las ventanas de la Alcaldía de Pamplona, cuando se discutió acalorando la fría mañana, la necesidad de fundar nuestra villa?

¿Sería una tarde de claros rayos de sol, escapados entre los pinares, para iluminar la presencia de Francisco Sánchez, el cabildante, en el preciso momento de su derecho de palabra? Francisco Sánchez con acento castellano insistía ante la municipalidad… ¿necesidad de guarecerse a mitad del camino?
Imagino la frase… De aquí a La Grita, después del río de Cúcuta, al pasar las lomas de los vientos, frente a las tierras de los Zorcas, en ese valle amable que resguarda un río, está el sitio. Ahí donde se cruzan los caminos, podremos encontrarnos siempre…
Y ahí, en las palabras de Francisco Sánchez, por vez primera nombrada, por vez primera presentida, apareció en el horizonte de los tiempos nuestra ciudad. ¿Fue acaso el sino del encuentro la marca premonitora para el desencuentro, para el desarraigo que permite borrar huellas, pasos o ignorar hitos y señales? ¿Nos marca aún el azar de un encuentro? ¿Lo provisional o lo imperecedero del encuentro?
Tiempo después la ciudad surge en oficiales documentos acompañada de su primera referencia y símbolo: el río… nuestro río, que rumoroso, de altos cantares cristalinos, con campanadas de aguas y fríos, detuvo con su presencia líquida al fundador Juan Maldonado, para desbocarle el alma en un largo suspiro… quizá el corazón le galopó a prisa, para asomársele a los ojos y mirar desde las azules pupilas, este horizonte inundado de toda la bondad de las colinas, de la mansedumbre de las hondonadas, del más abierto abanico de verdes luces y sobremanera de la sorpresa rumorosa de este río, que le plenó de nostalgias y lo llevó en líquido recuerdo hasta su Tormes, allá en Barco de Ávila.
El río, ayer Tormes, hoy Torbes, también signado en su nombre por la transitoriedad, se ahoga entre profanadores lodazales… ¿comparte el río en paralela la suerte de extravíos de nuestra ciudad? ¿A dónde se han ido las miradas acariciadoras que contemplaron sus transparencias sonoras? ¿Dónde están sus dolientes, sus huéspedes fluviales, sus peces, sus berros, sus pozos?
En el decurso de los años otros símbolos han llegado en la ruta del tiempo vivido de nuestra ciudad, para ser hitos, en afán de permanencia. Sin embargo ya no están; enunciarlos es recorrer una lista dolorosa pero necesaria para evidenciar el error a corregir:

El Capitolio, palacio legislativo legado por el gobierno de Cipriano Castro a nuestra ciudad, fue destruido por orden de un extraviado gobernador
El Teatro Garbiras, construido por Arístides Garbiras e inaugurado por Zoila de Castro, fue demolido por orden de una extraviada municipalidad

El Hospital Vargas, construido por Eustoquio Gómez, fue dinamitado por iniciativa de un extraviado arquitecto
El Mercado Cubierto, construido por la sociedad civil y que por años mantuvo con su renta al hospital, fue incendiado por manos de un extraviado pirómano, a la orden de los subalternos intereses de turno
La Casa Steinworth, símbolo comercial del Táchira, conjura la sentencia de muerte que aún se cierne sobre ella, por orden de la extraviada gerencia del Centro Cívico

El Palacio de Los Leones, símbolo del poder ejecutivo, soporta sobre sus espaldas, el adefesio que por capricho de un extraviado gobernante, mal asesorado, será en adelante su fardo y vergonzosa sombra

La lista sería muy larga de enumerar, en ella caben iglesias mutiladas, cuarteles mal remodelados, casas demolidas, fuentes destruidas, parques y árboles centenarios derribados, estatuas robadas, pinturas ultrajadas o vendidas…
La lista de lo destruido es hasta hoy una vergonzosa letanía de ruegos ante la inercia ciudadana
La lista de lo ultrajado debe tener un corte de cuenta, don de no haya cabida para lo que aún nos queda, que no debe estar expuesto en la columna abierta por los oportunistas para lo “por ultrajar”
La lista de lo destruido, documento de pruebas ante la impunidad, debe tener un corte de cuenta con fecha de hoy
La ciudad extraviada, anima en pena, seguirá apareciéndose intermitente en la memoria de los sonámbulos que desandamos recuerdos para imaginarla. La ciudad extraviada errante entre gráficas y escritos ya no volverá. Nos queda esta, la que vivimos, la que elegimos para vivir, la que en nuestras manos, frente a nuestra mirada no debe perderse